
Con las manos en los bolsillos del pantalón y la columna encorvada por el peso de las camperas y carpetas, miraba fijamente mis zapatos de taco chino, moviendo despacio la punta de mis dedos para ver si la sangre se dignaba a circular después de un día de caminata intensa… vi cerca de mis pies unos pasos lentos y graciosos.
Dejé mi labor de quejarme por partes para seguir con la vista esas zapatillas de lona azul que me causaron curiosidad, levanté la vista lánguidamente y descubrí con extrañeza un personaje que nunca antes había visto a esa hora cerca de Luro e Independencia.
Llevaba un pantalón de jean oscuro, una campera deportiva verde loro y una boina negra. Era flaco y de baja altura, con una barba abultada y anteojos similares a los de Jhon Lennon. Fuera de esto, todo lo que cargaba era llamativo. Tenía el pelo atado con una pequeña “cola de caballo”, sostenida por un broche de flor naranja inmenso, similar a los que usan las adolescentes en su desesperado intento por llamar la atención.
Un pequeño morral le cruzaba desde un hombro y, de él, colgaban dos claveles; tomaba mate con un termo azul, mientras caminaba como un turista, admirado por cada vidriera cerrada y por cada luz de la avenida. Tenía algo más extravagante aún: un cartel pegado en la espalda de la campera, embalado con cinta scotch transparente, en el que se podía ver una foto y algo escrito.
La curiosidad me torturaba y el aburrimiento, que caracteriza mis interminables esperas en la parada, se transformó en un juego de adivinanzas; ¿De quién era la foto?, ¿Por qué el hombre caminaba cómo perdido?; ¿Estaría buscando algún familiar desaparecido, postulándose como letrero andante? Mientras más imaginaba más, fruncía mis ojos en el esfuerzo de distinguir lo que el cartel decía.
Siguió caminando hasta llegar a la esquina de Rossi Rossi, sacó del morral un fibrón y escribió algo que en afiche blanco que estaba pegado en la cabina de gas sobre la vereda, antes de llegar al semáforo. Después cruzó Independencia con toda calma, mientras la gente lo empujaba, apurada por pasar; hizo un alto en medio de la avenida, cebó un mate y terminó de cruzar sin apurarse a pesar de las bocinas. Lo perdí de vista después de cruzar Havanna.
La intriga fue más fuerte. Rápido y cuidando que no pase el colectivo, fui a ver si alguna de mis teorías se comprobaban en su escrito; quedé atónita y desconcertada: Busco novia - 493 2271 - elgatocepeda@hotmail.com
Llevaba un pantalón de jean oscuro, una campera deportiva verde loro y una boina negra. Era flaco y de baja altura, con una barba abultada y anteojos similares a los de Jhon Lennon. Fuera de esto, todo lo que cargaba era llamativo. Tenía el pelo atado con una pequeña “cola de caballo”, sostenida por un broche de flor naranja inmenso, similar a los que usan las adolescentes en su desesperado intento por llamar la atención.
Un pequeño morral le cruzaba desde un hombro y, de él, colgaban dos claveles; tomaba mate con un termo azul, mientras caminaba como un turista, admirado por cada vidriera cerrada y por cada luz de la avenida. Tenía algo más extravagante aún: un cartel pegado en la espalda de la campera, embalado con cinta scotch transparente, en el que se podía ver una foto y algo escrito.
La curiosidad me torturaba y el aburrimiento, que caracteriza mis interminables esperas en la parada, se transformó en un juego de adivinanzas; ¿De quién era la foto?, ¿Por qué el hombre caminaba cómo perdido?; ¿Estaría buscando algún familiar desaparecido, postulándose como letrero andante? Mientras más imaginaba más, fruncía mis ojos en el esfuerzo de distinguir lo que el cartel decía.
Siguió caminando hasta llegar a la esquina de Rossi Rossi, sacó del morral un fibrón y escribió algo que en afiche blanco que estaba pegado en la cabina de gas sobre la vereda, antes de llegar al semáforo. Después cruzó Independencia con toda calma, mientras la gente lo empujaba, apurada por pasar; hizo un alto en medio de la avenida, cebó un mate y terminó de cruzar sin apurarse a pesar de las bocinas. Lo perdí de vista después de cruzar Havanna.
La intriga fue más fuerte. Rápido y cuidando que no pase el colectivo, fui a ver si alguna de mis teorías se comprobaban en su escrito; quedé atónita y desconcertada: Busco novia - 493 2271 - elgatocepeda@hotmail.com
Lo recordé ayer, cuando vi el mismo rótulo de pedido, escrito con fibra roja en un letrero luminoso de la parada de colectivos frente a la catedral.
2 comentarios:
Si sirve de consuelo... somos dos los desesperados en la ciudad de Mar del Plata. Lo único que nos diferencia, es que yo no estoy TAAANN desesperada (je). Me gusto mucho tu nota, me dieron ganas de cruzarmelo por la calle.
Te mando un besote amiga
mmm.. sera que cande se lo quiere cruzar para intercambiar celulares y mails??
mmmm apuesto mcuho a esta pareja, va a dar que hablar..
Muy buena la nota tati! como siempre un gusto leer tus textos..
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