sábado, 27 de septiembre de 2008

ROBERTO CARLOS, PARA USTEDES

De un lado Mc. Donald´s, del otro él. Casi todos los ojos que caminan sobre San Martín están extasiados por los mil colores y formas expuestos en las vidrieras; y en los bolsillos quema el verde.

A Rubén parece no importarle la apatía, sigue su show como si estuviera en el Auditórium y no en la peatonal. Levanta la vista cuando escucha caer una moneda dentro de su lata, mira sobre los anteojos deslizados hasta el final de su puntiaguda nariz y sigue su espectáculo inmutable.

Hay viento y esta cayendo la tarde, los edificios hacen sombra y octubre todavía no da tanto calor. Todos en su mundo, incluso él. El chaleco de polar negro que lleva sobre la camisa leñadora y la boina de lana (negra también) lo ayudan a mantenerse atérmico y rígido, parado frente a su atril. La única resentida es la guitarra, ya que su armonía empezó a mutar.

Dos broches celestes de plástico que sostienen las partituras y una tira con los colores de Jamaica que gira alrededor de su boina (casualmente similares a los colores de la hamburguesería) son los únicos matices que acompañan la luminosidad del consumo; por lo restante, Rubén mantiene una figura formal, del todo profesional, y responde con indolencia a la indiferencia.

De un lado Mc. Donald´s, del otro él. Casi todos los ojos que caminan sobre San Martín están extasiados por los mil colores y formas expuestos en las vidrieras; y en los bolsillos quema el verde. Pero ¿quién se resiste a un clásico, a un bolero o una balada?

Los peatones pasan a su lado y no lo ven, pero no pueden evitar escucharlo y tararear frente a un vidrio, mirando pantalones de Jean; y cuando notan que Sabina cantando “19 días y 500 noches” no sale de sus mentes sino del costado, automatizados rescatan dos redondas del bolsillo y las tiran en la lata.

Único momento de encuentro entre los dos planetas, cuando su arrugada cara deja aflorar una sonrisa, mirando sobre los anteojos deslizados hasta el final de su puntiaguda nariz y después continúa su espectáculo, inmutable.
“Roberto Calos, para ustedes…”, dice con tono de humildad.

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