sábado, 3 de mayo de 2008

Claudina...querida por todos

Claudina trabaja hace tres años en la esquina de San Martín y Mitre, al lado del puesto de diarios. Trabaja desde las 10 de la mañana hasta las 20, pero se toma un pequeño descanso a la hora de la siesta, bajo la sombra de un árbol, cuando “ya no queda ni el lorito”

Tiene el pelo rubio, ojos jóvenes, anteojos de sol regalados y sólo unos 51 años. Es paramédica; estudió en España porque su padre consideró conveniente que se formara en una carrera humanitaria. Trabaja por su cuenta porque, según ella, su carácter imperativo no favorecería una negociación.

Por los graves problemas de salud no la tomaban en ningún trabajo y no tiene obra social. Está esperando una pensión por discapacidad del 85%, pero se la niegan por no alcanzar la edad que se cree una persona debe tener para estar enferma.

Aunque su salud es delicada, su espíritu es más fuerte que un container. Ella ayuda para ayudarse, dar contención y apoyo en un momento de crisis es lo que más la llena.

Tiene que practicarse cuatro operaciones y ya fue operada de un cáncer y un coágulo cerebral. Contó que mientras estaba en la sala de operaciones, no abría los puños de las manos, porque sentía que Cristo la estaba sosteniendo, pero que no la “dejaba subir”; porque si algo mostró esa señora, es la inmensa fe que la mantiene erguida.

“Siempre me pongo en sus manos, pero cuando me enojo con Él le digo de todo, y después lloro y le pido perdón, pero él sabe que yo lo amo con locura. Mis amigas me dicen: Claudina, no le hables más que lo tenes re cansado, con los calzones por el suelo, pero yo no les hago caso”

La gente la trata bien, porque ella se da con pasión. Todos conocen su nombre y al saludarla se les llena la voz de vida, como si estuvieran en presencia de un ser milagroso o de un talismán.

Aunque los meses de invierno marplatense son muy duros para ella, viene rejuvenecida en el verano, con los rayos del sol, y preparada para enfrentarse a capa y espada contra los “médicos golondrinas”, que en temporada desprestigian su trabajo. La gente no desconfía de su ayuda médica por más que sea “callejera”, la conocen y la admiran por ser tan humana, a pesar que la calle, te hace estar en contacto con todo tipo de personas.

Al lado de su mesita (regalada por una amiga junto con un juego de banquitos) duerme una perrita callejera. Ella es su más fiel compañía: “la cuido, le doy agua y comida, y aunque ella no me haga caso, me acompaña a guardar las cosas, va conmigo a cargar la tarjeta y me espera hasta que me tome el colectivo”

Llegan unas empanadas que le envía un tal Luis; ella se sonroja y contenta acepta dos de jamón y queso y una de carne, mientras un vendedor de medias curiosea de reojo al ver tanto movimiento de grabadoras y olor a comida.

Su padre le enseñó a contener y dar amor a las personas, tratarlas como tesoros. Por ser fiel a su enseñanza es que ella asegura que tiene una inmensa paz interior. Tiene tres hijos, dos nietas y un nieto (un “marranin” como lo llama ella), lagrimea cuando habla de ellos y no cuesta notar que ellos son su tesoro más grande.

Una señora de bastante edad, sola, encorvada y con cara de preocupación se sienta en la sillita de enfrente. Esta operada del corazón y le urge saber su estado (según ella, crítico, como el autodiagnóstico que se realizan casi todos los jubilados). Claudina la tranquiliza, calma su ansiedad y le asegura que no está viendo la luz blanca, solo tiene un poco de calor por la caminata. Entre chistes y bendiciones, cumplió con su deber, aceptando solo $2 de pago, como es debido y homologado por todos.

“A veces viene unos jubilados que solo tiene $1, yo les digo que lo guarden, así lo usan para algo mejor; pero también vienen los que tiene los bolsillos llenos, con una moneda de $1 en la mano como pidiendo limosna, y les digo también vaya tranquilo con su pesito”. Si ella juntara todos los pesitos que dejó pasar por su buena fe, seguramente estaría en condiciones de comprarle una llave a San Pedro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

siempre observe desde la lejanía a aquellas personas que dia a dia se enfrentan a nuevas aventuras y experiencias. sin importar el frio, el calor o la delincuencia ellos estan firmes, bajo el amparo del primer techo que encuentren. Me encanto haber conocido un poco más de sus vidas. Saludos Valeria