tag:blogger.com,1999:blog-60996683499611603272024-03-06T00:07:59.829-03:00Puertas AfueraEPIlogohttp://www.blogger.com/profile/09844681676669051136noreply@blogger.comBlogger15125tag:blogger.com,1999:blog-6099668349961160327.post-37046880204917139972009-04-10T09:28:00.001-03:002009-05-08T09:32:58.221-03:00"A sólo dos pesos"<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgegiRZxODmvK6fls1FFJvJeI32f_ToYB6szs0KE4-1kvs8dzC-BDJlQU_295M1C8yyIz9NZtql6rGeo2qJ7ASDz8ZN1YChTPv-AE-IftVDB8cKDQu2dZzRsLKFxDzwZ7sN_kR_Fb00Oz4/s1600-h/img020%5B1%5D.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5333429512399567570" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 257px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgegiRZxODmvK6fls1FFJvJeI32f_ToYB6szs0KE4-1kvs8dzC-BDJlQU_295M1C8yyIz9NZtql6rGeo2qJ7ASDz8ZN1YChTPv-AE-IftVDB8cKDQu2dZzRsLKFxDzwZ7sN_kR_Fb00Oz4/s320/img020%5B1%5D.JPG" border="0" /></a>Todas las tardes, yendo a la universidad, se pelean en mí ser, los eternos conflictos humanos. Con la panza caliente por el almuerzo, acurrucada en abrigo de sobra para el frió y con el sueño que da la caricia del sol diluyéndose detrás del vidrio, lucho por no sucumbir al placer mundano de la siestita revitalizadora. Y en esa lucha contra la monotonía de mi viaje diario, encuentro, a veces, algunos aliados fugaces.<br /><br />El tiene los ojos pequeños y los pómulos se le fueron tan arriba, que le achinan la mirada cuando sonríe. Y en su cara redonda de galleta de salvado, las arrugas se confunden entre la barba y el pelo negro, extremadamente lacio. Petizo y morrudo, su gran misterio se esconde en un bolso de viaje color naranja, roto y sucio por las corridas para agarrar la manija del colectivo.<br /><br />Es un relámpago que aparece sólo cuando nadie lo espera, o cuando alguien se olvidó de comparar un presente por un aniversario de 37 meses de noviazgo.<br />El número siempre es par.<br /><br />“Dos latitas,…cuatro sabores…, ocho pares…, doce colores…, 24 temas… todo a sólo dos pesos, lo que usted estaría pagando al doble en cualquier negocio corriente”.<br /><br />El mundo cabe en una valija naranja.<br /><br />Nunca olvido el día que subió con una “chancha” y en lo que tardan cuatro paradas nos hizo deleitar con los 30 éxitos latinos de todos los tiempos, estampados en un CD virgen de sobrecito.<br /><br />Hoy superó los límites de lo desconocido, allí donde la ciencia no ha podido llegar aún: “Mentitas sabor dulce de leche, cuatro cajitas a dos pesos”. Y el inocente soborno de dejar una muestra al chofer antes de saltar como una ráfaga hacia otro pasamanos de colectivo.<br /><br />Por no agotar el infalible recurso de la sorpresa y el avasallamiento, nunca sube cuando necesito un par de chocolates rellenos para hacer un presente.<br /><br /><div align="right"><strong><em>Tatiana Fontana</em></strong> </div>EPIlogohttp://www.blogger.com/profile/09844681676669051136noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6099668349961160327.post-15074914443184626592009-03-07T00:05:00.000-02:002009-03-08T18:11:03.692-02:00Dedos de Algodón<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKrJJ1mvZJ0hWpoyhFdQhdTzB2uHlxMVkc1FQyv5iZMoaBi1QVrkmGdc6S1KIFLl1Yv0JiRMqCGKGqccxjYE2h9xrENKNA_tR6B8DDrZJitg0X0cnOoouT0GiItQ5mn3J8BnBIWkLCoRI/s1600-h/img018%5B1%5D.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5310911795014568978" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 217px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKrJJ1mvZJ0hWpoyhFdQhdTzB2uHlxMVkc1FQyv5iZMoaBi1QVrkmGdc6S1KIFLl1Yv0JiRMqCGKGqccxjYE2h9xrENKNA_tR6B8DDrZJitg0X0cnOoouT0GiItQ5mn3J8BnBIWkLCoRI/s320/img018%5B1%5D.JPG" border="0" /></a>Ese lunes volvía a ver a un viejo amigo, la cita era a las cinco de la tarde en la Catedral. El cielo se caía en una clásica tormenta marplatense de febrero, pero las ganas del reencuentro me pusieron un tapado y unas botas; cinco menos diez estuve en las escalinatas.<br /><div><br />La humedad recordaba el calor, pero las gotas caían fuertes y golpeaban, por eso me refugié con mucho otros en el hall de entrada al templo. Los primeros que llegaron ya habían tomado las mejores posiciones y, como algunos otros, tuve que empujar disimuladamente a la muchedumbre hacia atrás para que no me salpicara el desagüe. Apoyé la espalda en una de las columnas de piedra y acomodé mi cartera hacia delante, con las manos en los bolsillos del sobretodo, sin demasiada preocupación por salir al diluvio. </div><div><br />En las baldosas hundidas de la peatonal, el agua formaba grandes lagunas, y me entretuve viendo como las personas se mojaban hasta el tobillo cuando cruzaban huyendo de la lluvia, que, extrañamente, caía en todos lados por igual, sin exceptuar a los maratonistas.<br /></div><div>Cada vez éramos más en la entrada de la Catedral, apretados y en silencio. El olor a tierra mojada de la plaza San Martín se volvía parte de la atmósfera. Saqué las manos del bolsillo y volvía a acomodar el morral que me colgaba desde el hombro, distraída en las gotas que me picoteaban las piernas. Saqué del bolsillo delantero mi celular a tientas, ya que guardo mil cosas útiles e inútiles, prevención absurda de mujer. Hablé dos minutos con mi amigo para confirmar la cita y guardé el teléfono en el bolsillo, junto con mis manos apretadas. </div><div><br />Lo sentí en la oreja; esa sensación inexplicable que produce un sobresalto en la mente cuando alguien te clava la mirada. Giré la vista hacia la derecha, sin mover más que mi cabeza. Estaba a mi lado y me miró fijo. Todas las siluetas comprimidas en la Catedral quedaron sin rostro; sólo esos ojos tuvieron personalidad y se inquietaron al verse sorprendidos por mi vistazo. Lo sospeché, pero lo único que recuerdo del intervalo entre el cruce de miradas y la velocidad con la que salió corriendo hacia la lluvia, fue su pelo revuelto. Al ver como se alejaba, saltando los escalones de a dos, quedé pasmada y, aunque ya lo sabía, me resigné a mirar. Tenía el cierre de la cartera abierto y dentro, solo quedaban mis anteojos, como denunciando que mi atención llegó después que lo necesario. </div><div><br />Me sentí vulnerable y tonta, frente a manos hábiles y expertas. Para mí, el o ella se transformó simplemente en una figura asexuada, completamente despeinada, que comenzaba un lunes de trabajo, como otro, en las calles marplatenses.</div><br /><div align="right"><strong><em>Tatiana Fontana</em></strong> </div>EPIlogohttp://www.blogger.com/profile/09844681676669051136noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6099668349961160327.post-8209391844618890522009-02-07T00:07:00.001-02:002009-03-08T18:16:01.146-02:00Líneas por acordes<img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5310912750404597522" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 233px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyuQQffpd-kKP0VVVX6RoG2BmPsE34JGv6RIbcQo5KTtTKDUTV-XBJsHI7iq5S8aiKCi7lpMAqxwT1gihnN-lTNjO0d2BV8wOJJP50D_KjiAjb9dm4GtayylXcqDjRglqcBaRmA5S-SEE/s320/tati.JPG" border="0" />Como un pájaro que abandonó su lugar, cada año regresa al nido, en la ciudad de playas amplias y pobladas, donde permanecen estáticos los recuerdos y el tiempo. Se llevó en el bolso partituras con notas de ángeles, decidiendo que lo más acertado sería aprender a combinar los acordes y las ansias, en la gran Babilonia que sosiega las pasiones infundadas.<br /><br />Su familia entera se formó en las ferias; su hermano adorna las ilusiones multicolores en los cuellos de las musas, su madre trenza la suerte hilando sucesos diarios en la plaza San Martín, al igual que su doncella, que espera paciente al soñador, envuelta en añoranzas, acunando un retoño.<br /><br />En la esquina de Rivadavia y Córdoba, cuando a las siete corren furiosos los creativos sobre la calle, esquivando autos y mesas, Marcelo y su trouppe montan, en un suspiro, un escenario de arte remoto.<br /><br />De su tinta y cincel emergen formas que filetean el colorido del asfalto y sus manchas en el tiempo, llenando de mística el momento fantástico en que alguien brinda su cuerpo al arte del tatuado. “Ofrezco un ritual” dice el artista, que engalana a sus clientes con la idea de una decoración esporádica.<br /><br />Permanece en un contacto directo con el voluntario y por el tiempo que dura el diseño incita una conexión real en épocas donde lo virtual prospera. El dibujo en temporada es solo un medio para lograr la música en toda la vida. Compositor de líneas y figuras, mecha la ficción con la cotidianeidad, para poder “autosoltarse” las alas, regresando un día como un ave triunfante de largos vuelos a la ciudad de playas amplias y pobladas.<br /><br /><div align="right"><strong><em>Tatiana Fontana</em></strong></div>EPIlogohttp://www.blogger.com/profile/09844681676669051136noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6099668349961160327.post-40916276662015428752009-01-15T14:48:00.004-02:002009-01-22T14:56:24.722-02:00LA ESQUINA DE ANDRÉSNo había una nube en el cielo a las dos de la tarde.<br /><br />Los autos cruzaban en las cuatro direcciones de la esquina, algunas veces respetando el semáforo, otras no. Entraban y salían del Bosque Peralta Ramos, los demás seguían sobre Mario Bravo en dirección a la costa, a toda velocidad, por si alguien intentaba adueñarse antes de la porción de arena que les correspondía.<br /><br />En esa esquina de maniobras sorpresivas, estaba Andrés, como siempre agazapado, aunque pasara desapercibido. El calor de Diciembre le pegaba directamente en la cara y el reflejo del asfalto subía la temperatura un par de grados. Dos gotas de agua le caían cerca de las cejas tupidas y las secó con el antebrazo sin inmutarse. Es de baja estatura y estar tan cerca del suelo también suma al calor.<br /><br />Determina que lo mejor es sacarse la remera. Tiene la espalda gigante en proporción a su pequeño torso y piernas, y los músculos de los brazos se marcan uno por uno como si se tratara de una vivisección. Posee la postura firme y erguida, y las manos coartadas. Su piel muestra cicatrices como de tierra rajada y cada centímetro de su carne cuenta un pedazo de historia fácilmente descifrable. El sonríe.<br /><br />Patina la avenida esquivando autos, yendo y volviendo incontable número de veces con su limpiador apretado en las manos. No lo esquivan, no lo miran, no quieren verlo. Sólo se nota su presencia cuando un fantasma moreno tapa el sol en el parabrisas, casi apoyando su limpiavidrios. Las manos se aferran al volante y el pie se pega al acelerador como por obra del prejuicio.<br /><br />Una vez lo escuché conversar a los gritos con alguien que estaba a media cuadra, mientras limpiaba mi vidrio; resignado, pero con una sonrisa cómplice dijo, mirándome a los ojos: “que difícil es hacerse entender”. Hoy comprendo a qué se refería.EPIlogohttp://www.blogger.com/profile/09844681676669051136noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-6099668349961160327.post-11961265086002551762008-10-18T00:36:00.001-03:002008-10-31T11:22:04.683-02:00Un pedido de urgencia<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEij8qRTEfgMpXWMA_Nnkpp7miM3_HSw1zn5gMHOcN1f6T9zpYB-m03WBvz3NMsHjHDn7tq1YOiTTgsOEAgHma_wyMu2NDMECyLJ3BlzPqICU1hJ8q-gSBg9mLTJKsSDA9E6T4W-JJQeZow/s1600-h/tati+nuevo.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5263307021028489122" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 284px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEij8qRTEfgMpXWMA_Nnkpp7miM3_HSw1zn5gMHOcN1f6T9zpYB-m03WBvz3NMsHjHDn7tq1YOiTTgsOEAgHma_wyMu2NDMECyLJ3BlzPqICU1hJ8q-gSBg9mLTJKsSDA9E6T4W-JJQeZow/s320/tati+nuevo.jpg" border="0" /></a>Como cada jueves esperaba en la parada de colectivos de la línea 521, rodeada de las mismas caras que cada jueves me acompañan en el viaje. Octubre mostraba su mejor faceta, nunca había tenido tanto calor a las ocho y media de la noche; y, como siempre, llevaba el bolso de costado y sobre el colgaban, como en un perchero, todos los sacos y saquitos que pensé podría usar.<br /><br />Con las manos en los bolsillos del pantalón y la columna encorvada por el peso de las camperas y carpetas, miraba fijamente mis zapatos de taco chino, moviendo despacio la punta de mis dedos para ver si la sangre se dignaba a circular después de un día de caminata intensa… vi cerca de mis pies unos pasos lentos y graciosos.<br /><br /><div><div>Dejé mi labor de quejarme por partes para seguir con la vista esas zapatillas de lona azul que me causaron curiosidad, levanté la vista lánguidamente y descubrí con extrañeza un personaje que nunca antes había visto a esa hora cerca de Luro e Independencia.<br /><br />Llevaba un pantalón de jean oscuro, una campera deportiva verde loro y una boina negra. Era flaco y de baja altura, con una barba abultada y anteojos similares a los de Jhon Lennon. Fuera de esto, todo lo que cargaba era llamativo. Tenía el pelo atado con una pequeña “cola de caballo”, sostenida por un broche de flor naranja inmenso, similar a los que usan las adolescentes en su desesperado intento por llamar la atención.<br /><br />Un pequeño morral le cruzaba desde un hombro y, de él, colgaban dos claveles; tomaba mate con un termo azul, mientras caminaba como un turista, admirado por cada vidriera cerrada y por cada luz de la avenida. Tenía algo más extravagante aún: un cartel pegado en la espalda de la campera, embalado con cinta scotch transparente, en el que se podía ver una foto y algo escrito.<br /><br />La curiosidad me torturaba y el aburrimiento, que caracteriza mis interminables esperas en la parada, se transformó en un juego de adivinanzas; ¿De quién era la foto?, ¿Por qué el hombre caminaba cómo perdido?; ¿Estaría buscando algún familiar desaparecido, postulándose como letrero andante? Mientras más imaginaba más, fruncía mis ojos en el esfuerzo de distinguir lo que el cartel decía.<br /><br />Siguió caminando hasta llegar a la esquina de Rossi Rossi, sacó del morral un fibrón y escribió algo que en afiche blanco que estaba pegado en la cabina de gas sobre la vereda, antes de llegar al semáforo. Después cruzó Independencia con toda calma, mientras la gente lo empujaba, apurada por pasar; hizo un alto en medio de la avenida, cebó un mate y terminó de cruzar sin apurarse a pesar de las bocinas. Lo perdí de vista después de cruzar Havanna.<br /><br />La intriga fue más fuerte. Rápido y cuidando que no pase el colectivo, fui a ver si alguna de mis teorías se comprobaban en su escrito; quedé atónita y desconcertada: Busco novia - 493 2271 - <a href="mailto:elgatocepeda@hotmail.com">elgatocepeda@hotmail.com</a></div><div><br />Lo recordé ayer, cuando vi el mismo rótulo de pedido, escrito con fibra roja en un letrero luminoso de la parada de colectivos frente a la catedral. </div><div> </div></div>EPIlogohttp://www.blogger.com/profile/09844681676669051136noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-6099668349961160327.post-66970107179851730942008-09-27T23:55:00.001-03:002008-10-31T11:24:51.198-02:00ROBERTO CARLOS, PARA USTEDES<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9ZCUk_GdXjPdpAAhAPS8oTuE7KA0iHIR5il4OhhzCukH0zl9Q9qFLVNLpMDinqtEijKzqF1ydw-TA2NusXTZvrj2D5Hcexyw0X2sV_Dq_mNXr9gXPwiK1wbgapR0K5KfhYL8EP7KeCe8/s1600-h/tati+2.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5263308305132981650" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 242px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9ZCUk_GdXjPdpAAhAPS8oTuE7KA0iHIR5il4OhhzCukH0zl9Q9qFLVNLpMDinqtEijKzqF1ydw-TA2NusXTZvrj2D5Hcexyw0X2sV_Dq_mNXr9gXPwiK1wbgapR0K5KfhYL8EP7KeCe8/s320/tati+2.jpg" border="0" /></a>De un lado Mc. Donald´s, del otro él. Casi todos los ojos que caminan sobre San Martín están extasiados por los mil colores y formas expuestos en las vidrieras; y en los bolsillos quema el verde.<br /><br />A Rubén parece no importarle la apatía, sigue su show como si estuviera en el Auditórium y no en la peatonal. Levanta la vista cuando escucha caer una moneda dentro de su lata, mira sobre los anteojos deslizados hasta el final de su puntiaguda nariz y sigue su espectáculo inmutable.<br /><br />Hay viento y esta cayendo la tarde, los edificios hacen sombra y octubre todavía no da tanto calor. Todos en su mundo, incluso él. El chaleco de polar negro que lleva sobre la camisa leñadora y la boina de lana (negra también) lo ayudan a mantenerse atérmico y rígido, parado frente a su atril. La única resentida es la guitarra, ya que su armonía empezó a mutar.<br /><br />Dos broches celestes de plástico que sostienen las partituras y una tira con los colores de Jamaica que gira alrededor de su boina (casualmente similares a los colores de la hamburguesería) son los únicos matices que acompañan la luminosidad del consumo; por lo restante, Rubén mantiene una figura formal, del todo profesional, y responde con indolencia a la indiferencia.<br /><br />De un lado Mc. Donald´s, del otro él. Casi todos los ojos que caminan sobre San Martín están extasiados por los mil colores y formas expuestos en las vidrieras; y en los bolsillos quema el verde. Pero ¿quién se resiste a un clásico, a un bolero o una balada?<br /><br />Los peatones pasan a su lado y no lo ven, pero no pueden evitar escucharlo y tararear frente a un vidrio, mirando pantalones de Jean; y cuando notan que Sabina cantando “19 días y 500 noches” no sale de sus mentes sino del costado, automatizados rescatan dos redondas del bolsillo y las tiran en la lata.<br /><br />Único momento de encuentro entre los dos planetas, cuando su arrugada cara deja aflorar una sonrisa, mirando sobre los anteojos deslizados hasta el final de su puntiaguda nariz y después continúa su espectáculo, inmutable.<br />“Roberto Calos, para ustedes…”, dice con tono de humildad.EPIlogohttp://www.blogger.com/profile/09844681676669051136noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6099668349961160327.post-35012583564544983102008-09-06T00:01:00.001-03:002008-10-31T11:27:36.999-02:00Buena gente<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhCnHfqePGFJ5I1ANI8dqATE12DtHdZ-KGoBjfMtLVFqERepEwQSEjnIjCgeZPm2iLsLLVQR5wnD-hf7y0k1r7uGfSH-tzq5GMeQ13sHXHB3UadTi4OPqrRbb_ldYZfH2xFTFT6DRf1CaU/s1600-h/gitana.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5263309069644407346" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 237px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhCnHfqePGFJ5I1ANI8dqATE12DtHdZ-KGoBjfMtLVFqERepEwQSEjnIjCgeZPm2iLsLLVQR5wnD-hf7y0k1r7uGfSH-tzq5GMeQ13sHXHB3UadTi4OPqrRbb_ldYZfH2xFTFT6DRf1CaU/s320/gitana.jpg" border="0" /></a>Susana hace sonar sus tacos contra el piso como un estruendo al caminar. Ligeros y precipitados sus pies se mueven marcando la velocidad de una ametralladora sobre la vereda que da frente a la plaza San Marín. Su recorrido es corto y cíclico: cuando llega a una de las puntas de la escalinata de la catedral da media vuelta y retorna hacia el otro extremo.<br /><br />Muchas, como ella, se encuentran haciendo lo mismo cerca de la fuente con un itinerario fijo; muchas, pero en realidad ninguna como ella. Se le debe respeto por su antigüedad, por la experiencia y los años, que entre estas mujeres marca la diferencia.<br /><br />Tacos, mencioné, y ropas llamativas. Pollera larga (cualquiera fuera la época del año), camisas escotadas y un gran pañuelo multicolor en la cabeza. Todas de ojos extremadamente grandes y feroces; atentos, pero piadosos.<br /><br />En la mano izquierda lleva las baratijas que intenta vender: un set de agujas, una tijerita metálica, un estuche de manicura, algunos calendarios. En la mano derecha, con dedos que termina en uñas filosas y bien pintadas, decorados con anillos inmensos de antigüedad inexacta, lleva los gestos de seducción. Los años no le restan gracia a su cautivadora habilidad.<br /><br />Se acerca a los peatones que pasan frente a la Catedral a paso atropellado (con el tiempo contado hasta para hacer una reverencia a la cruz) y en lo que dura el recorrido de una punta de la escalinata a la otra, ella pone en juego su encanto.<br /><br />-“Mira que eres una buena gente porque te lo veo en los ojos, pero que algunas cosas no te están saliendo del todo bien; pero no te desesperes <em>nadi-liabo</em> que la gente que te rodea es muy buena, pero cuídate de los charlatanes y de aquellos que te sienten envidia <em>joliabo</em>; pero no dejes de perseguir aquello que quieres porque cuando lo alcances no sentirás goce más grande; y muy afortunado en el cames, el amor no te falta, las mujeres no se resisten a ti ni a tus encantos; pero anda mucha gente envidiosa a tu alrededor, y que para protegerte y mantener alejado a tus enemigos yo te puedo dar muchas bendiciones y buena suerte <em>que-bagh</em> , solo tiene que colaborarme llevándose una tijerita llena de suerte…”.<br /><br />Se termina la escalinata; da media vuelta y camina a paso veloz junto a una mujer de sobretodo azul y cartera negra. –“Que yu carsan, mira que eres una buena gente porque te lo veo en los ojos…”EPIlogohttp://www.blogger.com/profile/09844681676669051136noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-6099668349961160327.post-23653245990084306502008-08-16T00:00:00.001-03:002008-08-16T00:00:01.063-03:00Como en otro planeta<span style="font-family:trebuchet ms;font-size:100%;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh8cYsTmFJOMQ1-9tg6J0towhjo4UFsbTPaQZrzPMkOKdHTtbGa9pblA-oTEDhXtmZPzA3i9DfzE3rZc7g6cBWe0rwKx_16Mz3_XrlmFbeZmq5at5b6-nRRkLz1-Tzxp-hVPnVfEZl2LxA/s1600-h/img1083.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5234921184041673874" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" height="200" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh8cYsTmFJOMQ1-9tg6J0towhjo4UFsbTPaQZrzPMkOKdHTtbGa9pblA-oTEDhXtmZPzA3i9DfzE3rZc7g6cBWe0rwKx_16Mz3_XrlmFbeZmq5at5b6-nRRkLz1-Tzxp-hVPnVfEZl2LxA/s320/img1083.jpg" width="281" border="0" /></a>Lo miré fijamente un largo rato, creo que ni lo notó. Yo estaba sentada en las columnitas que tiene la plaza San Martín para que la gente no entre con sus perros y pise el pasto; él estaba sentado cerca, en un banco de plaza, los dos de cara a la catedral. Anduve caminando por la peatonal, comprando algunos regalos y calculando la hora para no llegar tarde a un encuentro. No pude evitar verlo, era demasiado mundano e irreal a la vez, estaba como en otro planeta.<br /><br />Me senté lo suficientemente cerca como para poder mirarlo detenidamente, pero sin ser demasiado evidente. Y ahí estábamos: yo lo miraba y el miraba a la nada, o a todo. Apoyaba la columna contra el respaldar del banco y su cabeza estaba levemente inclinada hacia atrás, con los ojos bien abiertos veía la tarde irse a espaldas del campanario. Mantuvo los brazos extendidos y reposados por mucho tiempo. Después abrió la boca gigante y dejó aflorar un gran bostezo de cansancio o de aburrimiento quizás; el tiempo no pasaba nunca dentro de la burbuja en la que parecía estar envuelto.<br /><br />Tenía puesto un gorro de lana mitad violeta y mitad blanco, una bufanda comida por las polillas, una campera de cuero gastado, un pantalón de vestir gris y unas zapatillas de gamuza marrón, de las que se le escapaba un dedo gordo. Su piel era casi tan negra como su pelo, pero no tenía arrugas, lo que podría ser vestigio de una corta edad. Debajo de las cejas gruesas su ceño se había abultado y cada gesto era acompañado y destacado por ellas. Sus rasgos eran de origen boliviano, y su andar propio de los vagabundos, aunque un poco más despreocupado.<br /><br />Se miraba fijamente las uñas de las manos: “quizás tenga que cortarlas un poco”, fue la ambición más grande que le pude descifrar. Con cara de pensador se frotaba la barbilla, resolviendo internamente interrogantes indescriptibles. Asentía con aprobación o negaba con la cabeza bajo los efectos de un profundo enojo… y todo en silencio.<br /><br />Miraba otra vez hacia el cielo ensimismado, se desperezaba y dejaba pasar el tiempo jugando con las puntas de sus pies, separándolas y volviendo a colocarlas en el piso, eso lo divertía en demasía y me causó curiosidad. No había nada en el centro de Mar del Plata que llamara su atención, y él no llamaba la atención de nadie más, excepto la mía.<br /><br />Poco a poco sentí que su mundo, su burbuja me había atrapado, éramos dueños de las calles y nada importaba alrededor. Sonreía cuando el reía, me divertía con quién sabe qué cosa. No sentía el ruido de los autos y los hombres que trabajaban desarmando la carpa de la feria de las colectividades eran solamente sombras automatizadas, sin vida ni gracia.<br /><br />Una mujer pasó frente al vagabundo a paso rápido, en una fracción de segundo, hablando por teléfono a los gritos, muy ofendida con quien estuviera del otro lado de la línea. La miró con detenimiento y largó una gran carcajada al viento cuando ella terminó de pasar, burlándose de las preocupaciones ajenas y de la abundancia inútil, que en el estado al que había llegado él, ya carecían de importancia. No pude evitar en complicidad, reírme de esa pobre mujer rica; me divertí bastante.<br /><br />Cuando el sol desapareció por completo, muy lentamente se puso en pié, metió sus manos en los bolsillos y caminó hacia la esquina donde los skaters hacían sus gracias. Yo permanecí sentada, lo seguí con la vista hasta que se perdió entre la gente, caminando en sig sag. Miré al cielo y abrí mis brazos par desperezarme cuando vibró en mi bolsillo el celular. </span>EPIlogohttp://www.blogger.com/profile/09844681676669051136noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6099668349961160327.post-11792360221977645032008-07-30T17:18:00.004-03:002008-08-07T17:51:15.795-03:00Las palabras del silencio<span style="font-family:trebuchet ms;font-size:100%;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0rvd0Cw9DRJ-O4q-qFjH2mNVsuWIiPeuaW0BdA4iYlLLQBu0d88BpoRCmf2ro6XdeB4r-HuOdeK3W2vZB0NG-2kxAjRBdtcUrrLCzLp5-8r_ekJ_tFxOm5LB9d9Y5qrjh5vG30wOn1Fo/s1600-h/Puertas+Afuera.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5228905402225090738" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 180px; CURSOR: hand; HEIGHT: 328px" height="333" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0rvd0Cw9DRJ-O4q-qFjH2mNVsuWIiPeuaW0BdA4iYlLLQBu0d88BpoRCmf2ro6XdeB4r-HuOdeK3W2vZB0NG-2kxAjRBdtcUrrLCzLp5-8r_ekJ_tFxOm5LB9d9Y5qrjh5vG30wOn1Fo/s320/Puertas+Afuera.jpg" width="180" border="0" /></a>Camino a paso ligero por Independencia y Moreno, apretando la carpeta llena de papeles sueltos contra mi pecho, para hacerle una muralla al aire congelado que tiene Julio a las diez de la noche. Ya no siento la nariz por el frío y me maldigo por no haber llevado mis guantes, imaginando el crujir de mis dedos al desmoldarse de la forma de mi carpeta, cuando llegue a la parada del colectivo. Solo levanto la vista para mirar los semáforos en cada esquina, después vuelvo a bajar la mirada y sigo mi carrera como una autista. Contaba ya las últimas baldosas que me separaban de mi destino, cuando me choqué con él. “Disculpe señorita. La ayudo a juntar sus papeles, seguro son más importantes que los míos”, dijo.<br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqGvM91cPBAAtN8k2vyglosH2WO70-6xLzlYH3VCyCsmGVqlwlDKlQRLjWqZpP8CuMxtWqwmFDt9wS8CbJ1Gygw_F2hoKY8XUi473tifk747top5W3_VmWc1e6wZvI6HAr6eFrTT4mx7s/s1600-h/Por+qué+a[1]...jpg"></a><br />Su piel cuarteada y porosa cobró el color oscuro de la noche y parecía que tantas madrugadas en la calle se impregnaron en su cuerpo. Las arrugas de la cara sumaban una por cada año, eran 64. Los labios se le quebraron por el frío de algún invierno y nunca más tomaron su forma habitual. Sus parpados pesados hacían un esfuerzo tremendo para no caer desplomados.<br /><br />Después del sobresalto por colisión, me volvió el alma al cuerpo en un soplo de calor. Vi al hombre de rodillas juntando mis hojas de Comunicación, agarrando cada una con la punta de los dedos, tratando de tener el menor contacto posible con ellas para no mancharlas con sus manos llenas de polvo. Me sentí avergonzada por esa situación y me arrodillé, precipitadamente, a juntar sus cartones, amontonándolos junto a mi carpeta.<br /><br />Fueron unos segundos, pero parecieron horas. Volví más lenta mi marcha vertiginosa y junté pausadamente los cartones; él no se animó a levantar la vista para observarme, pero noté que miraba de reojo cada tanto a su carro de chapa, con ruedas de bicicleta, repleto de cartones y estacionado sobre la avenida Independencia. Sus párpados llevaban el peso de la calle, la timidez de los que soportan y la "poquedad" de quien ya no espera más de lo que tiene.<br /></span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;font-size:100%;">Sentí vergüenza de mí, de haber maldecido (cuadras atrás) salir tan tarde de cursar en la facultad, llegar atrasada a mi casa para comer, cuando mi mamá ya estaba dormida. Sentí un escalofrió en la nuca, debajo de mi bufanda abultada, al ver los hombros caídos del hombre, como si llevara en su espalda un peso tremendo, mucho mayor al que yo soportaba todos los días cargando fotocopias en la cartera.<br /><br />No pude dejar de mirar su seño fruncido y solo, a tientas, junté los últimos retazos de cartón. Cuando nos incorporamos el tomó con sus dos manos mi carpeta y extendió los brazos para acercármela, tomando distancia de mi lugar. Extendí mis brazos y por un segundo los dos sostuvimos la carpeta simultáneamente; y me miró. Tenía ojos de lechuza acostumbrada a vivir alerta; pero de color negro, como los míos.<br /><br />Fue un parpadeo, un vistazo y cada uno tomó el lugar del otro. La vereda se volvió oscura, y juzgué que Julio era cada vez más caluroso. Pude sentir la desesperanza de una vida seca y una única meta: conseguir en esa noche, más cartones que los demás. Se me achicó el pecho, volví a sentir vergüenza de mis vanas preocupaciones. Se me cayeron los hombros y me sentí afligida mientras miraba hacia la vereda llena de polvo.<br /><br />Sin animarme a levantar la vista, retiré mi carpeta y volví a apretarla contra el pecho con mi brazo izquierdo; una mano oscura, cuarteada, con más huellas que las habituales, se extendía hacia mí. Lo miré a los ojos y un extraño brillo brotó de la oscuridad; me estaba dando paz, ilusión y ganas de seguir.<br /><br />Estreché su mano apresuradamente y sus labios hicieron fuerza para dejar aflorar una leve sonrisa; sonreí.<br /><br />“Juan”, me dijo;<br />“Tatiana”, respondí y al instante cada uno siguió su camino, uno a espaldas del otro; algo había cambiado.</span>EPIlogohttp://www.blogger.com/profile/09844681676669051136noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-6099668349961160327.post-89557088900147478312008-06-14T12:00:00.002-03:002008-06-20T23:37:03.469-03:00La regla es no pisar la senda<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEghuzHZsonMBwFBLwaL_HqHdyafyyaQAXl88P3pjY_hvfZy-e-eF6bhZzFZ2rQJS2kKKVzuN4OFTNqGnhMYdRpSqS6unuJIylPp8-xiFzDInecgJ6Yes2IOR74Iy7hkJEkT-rn_M_y-2Ew/s1600-h/Puertas+Afuera.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5214157362395541906" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEghuzHZsonMBwFBLwaL_HqHdyafyyaQAXl88P3pjY_hvfZy-e-eF6bhZzFZ2rQJS2kKKVzuN4OFTNqGnhMYdRpSqS6unuJIylPp8-xiFzDInecgJ6Yes2IOR74Iy7hkJEkT-rn_M_y-2Ew/s400/Puertas+Afuera.jpg" border="0" /></a>Una leve llovizna cae sobre los paraguas abiertos, generando un ruido ensordecedor a los oídos de los apurados transeúntes; quizás un poco de agua sobre la cara y en la ropa provocaría menos molestia, pero parece que es de mala educación convivir felizmente con los cambios climáticos.<br /><br />La intersección de Colón e Independencia es un caos; en los seis carriles de cada una de las cuatro esquinas, los autos esperan contando los segundos a que la luz del semáforo se vuelva verde.<br /><br />Reclinado sobre el volante, con los ojos similares a los de un lobo que mira lo que queda de la avenida en el horizonte, buscando algún punto fijo al que pretende llegar lo antes posible, solo para salir de ese desconcierto de autos y entrar a otro mucho peor. Ya giró en L, en U, en W, ninguna maniobra evasiva lo aleja de esa horrible sensación asfixiante, ¿Cómo se llama? Ah, si, convivencia.<br /><br />Con el pié en el acelerador, provocando con el arranque un rugido de fiera que va a echar un zarpazo, se sobresalta al ver que las luces del semáforo son cinco. La llovizna confunde las siluetas detrás del parabrisas y solo vislumbra a un joven delgado, alto, de grandes y manchados brazos, parado a unos pasos de la senda, con una vara de fuego en las manos.<br /><br />Marcos tiene pantalones con pequeños cuadraditos marrones y grandes manchas negras provocadas por el humo. Sostiene la vara desde el medio, prende con un chispazo de encendedor cada uno de los extremos y comienza su rutina, que dura lo que tarda la luz roja en prenderse. Usa una musculosa que tiene las mangas mal arrancadas, pero que le permite mayor control a la hora de los malabares.<br /><br />Gira la vara alrededor de su cuerpo inerme, formando alucinantes figuras en la oscuridad de la noche. Camina hacia atrás, adelante acompasando su cuerpo a los movimientos de las flamas.<br /><br />Los peatones cruzan por la senda, con la mirada clavada en el asfalto resbaladizo, y sólo notan al joven cuando sus mejillas sienten un hilo de calor. “¿Señora le gusta el riesgo?” bromea el artista.<br /><br />Tira el bastón al aire, lo toma al caer y sigue moviendo con pericia sus grandes pero livianos brazos (lampiños por el fuego), mientras su cintura se quiebra evitando las llamas. Los extremos encendidos golpean las pequeñas gotas de lluvia y las hacen parte del espectáculo visual.<br /><br />Los ojos del lobo se abren extasiados, suelta el volante lentamente y solo atina a meter su mano en el bolsillo del pantalón para sacar algunas monedas grandes. El último truco de Marcos le causo un escalofrío: cuando el muchacho giro la antorcha encendida sobre su cabeza y la tomó con ligereza después de tres vueltas, el automovilista quedó espasmódico.<br /><br />El malabarista hace una leve reverencia y se aproxima a la fila de vehículos, manteniendo en el brazo en alto la antorcha encendida, y la cara chorreando de lluvia y sudor. La ventanilla baja lentamente, sale del auto un brazo con el puño cerrado lleno de monedas. El conductor no se atreve a mirarlo, la vergüenza que genera el asombro en los que no son susceptibles, es incomparable.<br /><br />Marcos sonríe, coloca la palma abierta debajo del puño y siente caer las monedas. “Señor, no matemos al artista”, dice con un tono de complicidad antes que el conductor anonadado coloque todo su peso sobre el acelerador y siga conduciendo en línea recta, pero sin certezas.EPIlogohttp://www.blogger.com/profile/09844681676669051136noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-6099668349961160327.post-80594788005838563092008-05-24T12:00:00.000-03:002008-05-31T23:52:47.755-03:00Una dama en la Peatonal<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5BhA60eP3NDdPL_jw0bbY191DuVDxjxsJDZT-wiP25L5NMvuH6O1rD1x0G89TQYNF2nHpv8fGLOJhQ2SjUnVJFXTyg1Xt3TV1Xx35sIFVbNyDDRrNF_iuUrGcChL0xF-wbOOK3CZR0LQ/s1600-h/poli.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5206740266765511682" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5BhA60eP3NDdPL_jw0bbY191DuVDxjxsJDZT-wiP25L5NMvuH6O1rD1x0G89TQYNF2nHpv8fGLOJhQ2SjUnVJFXTyg1Xt3TV1Xx35sIFVbNyDDRrNF_iuUrGcChL0xF-wbOOK3CZR0LQ/s400/poli.jpg" border="0" /></a>San Martín amanece remolona cerca de las 8 de la mañana, y sus trasversales se toman una hora más para levantarse de la cama. Los locales de ropa sacan sus docenas de candados uno tras otro y casi media hora después abren sus puertas al público.<br /><br />Los cafés colocan sus mesas a la peatonal y, como en bandada, aparecen los fieles clientes de la tercera edad, los que prácticamente mantienen la economía de aquellos lugares de encuentro que, en temporada alta, solo son puestos de paso para llenar el estómago.<br /><br />Los vendedores ambulantes toman sus lugares, ensamblando su estantería portátil en medio de vidrieras ortodoxas que se toman como una broma semejante competencia en el mismo rubro. Por arte de magia, o de una mano invisible, la fuente frente a la Catedral se transforma en un manantial vivo, donde van a parar las que esperan, los conversadores, y algunos perros callejeros. Cada día, cerca de las 9 de la mañana, parece ser un calco del día que pasó, pero esto es solo en apariencia.<br /><br />El sol de Mayo parece acompañar la ceremonia de apertura, aunque las bajas temperaturas, características de la cuidad, no beneficien a la salud de aquellos que pasan la mayor parte de sus horas en la calle, o aquellas…<br /><br />Sabrina, “la más linda del escuadrón”, según la voz de sus propios compañeros, recorre desde hace apenas cuatro meses los caminos transitados del centro. Ella realiza, junto a su compañero y en bicicleta, el mismo recorrido diario, pero enfrentándose siempre a situaciones distintas. Tiene 22 años y una rigidez que espanta. El entrenamiento para formar parte de la Policía Federal y la nostalgia por la lejanía de su hogar, la volvieron resistente a los cambios climáticos, a los cambios de humor y temperamento.<br /><br />Aunque sea igual en condiciones y trato frente a sus pares, ser mujer es un estereotipo que caracteriza a la debilidad. Nada debe temerse más en la calle que a los prejuicios, porque ni una noche fría envuelto entre diarios, ni las pocas monedas que se pueda ganar como salario mínimo hacen tanto daño como la suposición de algo que no se es. Y si hay algo que ella no es, es ser endeble.<br />Arrebatos en comercios, peleas callejeras, gente mal humorada que perdió un sueño envuelto en un hermoso paquete azul, peleas entre parejas, son algunos de las contrariedades a las que tiene que hacerle frente, aunque la culpa de todos eso males la tiene el clima cambiante de la cuidad, claro está.<br /><br />“Me siento 44”, repetía incesante un paciente psiquiátrico que paseaba por la zona que ella vigila; cosas curiosas se presentan en el trascurso del día, y nadie menos cuerdo que aquel que pasa por la peatonal mirando fijamente su reloj de mano durante muchas cuadras; o aquel que mnémicamente revisa todo el tiempo sus bolsillos para asegurarse que todo esté en su lugar a cada paso; o aquel que fija su mirada en el horizonte, con marcha apresurada, y aprieta sus puños cerrados en los bolsillos del saco, guardando con fuerzas e imaginariamente aquello que no tiene, por si alguien se lo llega a pedir.<br /><br />Ningún día es como el otro en la calle, hay mucho más de lo que vemos. Y los que vigilan ven más allá de nuestras narices; y se hace cálida la sensación que, a pesar de los reproches y las quejas, alguien vela para que nuestra perfecta jornada calcada no se manche con tachones.EPIlogohttp://www.blogger.com/profile/09844681676669051136noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-6099668349961160327.post-13331641416571678492008-05-03T12:00:00.000-03:002008-05-06T23:40:19.219-03:00Claudina...querida por todos<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6iNh8nkd1BORwdVMXK6Z1oD5TQaGaDq_FAIWPqWB6o1gvVM0ysCbrr8x3i0jyUjVdR7NQjpH2iPw5P_ZmDm_Y9Buw9SEIfeBeYHnNetRwBu1STiVJxwb9az8poS8J1DByayGfsow2-NM/s1600-h/claudina[1].jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5197459887666005186" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6iNh8nkd1BORwdVMXK6Z1oD5TQaGaDq_FAIWPqWB6o1gvVM0ysCbrr8x3i0jyUjVdR7NQjpH2iPw5P_ZmDm_Y9Buw9SEIfeBeYHnNetRwBu1STiVJxwb9az8poS8J1DByayGfsow2-NM/s400/claudina%5B1%5D.jpg" border="0" /></a>Claudina trabaja hace tres años en la esquina de San Martín y Mitre, al lado del puesto de diarios. Trabaja desde las 10 de la mañana hasta las 20, pero se toma un pequeño descanso a la hora de la siesta, bajo la sombra de un árbol, cuando “ya no queda ni el lorito”<br /><br />Tiene el pelo rubio, ojos jóvenes, anteojos de sol regalados y sólo unos 51 años. Es paramédica; estudió en España porque su padre consideró conveniente que se formara en una carrera humanitaria. Trabaja por su cuenta porque, según ella, su carácter imperativo no favorecería una negociación.<br /><br />Por los graves problemas de salud no la tomaban en ningún trabajo y no tiene obra social. Está esperando una pensión por discapacidad del 85%, pero se la niegan por no alcanzar la edad que se cree una persona debe tener para estar enferma.<br /><br />Aunque su salud es delicada, su espíritu es más fuerte que un container. Ella ayuda para ayudarse, dar contención y apoyo en un momento de crisis es lo que más la llena.<br /><div><br />Tiene que practicarse cuatro operaciones y ya fue operada de un cáncer y un coágulo cerebral. Contó que mientras estaba en la sala de operaciones, no abría los puños de las manos, porque sentía que Cristo la estaba sosteniendo, pero que no la “dejaba subir”; porque si algo mostró esa señora, es la inmensa fe que la mantiene erguida.<br /><br />“Siempre me pongo en sus manos, pero cuando me enojo con Él le digo de todo, y después lloro y le pido perdón, pero él sabe que yo lo amo con locura. Mis amigas me dicen: Claudina, no le hables más que lo tenes re cansado, con los calzones por el suelo, pero yo no les hago caso”<br /><br />La gente la trata bien, porque ella se da con pasión. Todos conocen su nombre y al saludarla se les llena la voz de vida, como si estuvieran en presencia de un ser milagroso o de un talismán.<br /><br />Aunque los meses de invierno marplatense son muy duros para ella, viene rejuvenecida en el verano, con los rayos del sol, y preparada para enfrentarse a capa y espada contra los “médicos golondrinas”, que en temporada desprestigian su trabajo. La gente no desconfía de su ayuda médica por más que sea “callejera”, la conocen y la admiran por ser tan humana, a pesar que la calle, te hace estar en contacto con todo tipo de personas.<br /><br />Al lado de su mesita (regalada por una amiga junto con un juego de banquitos) duerme una perrita callejera. Ella es su más fiel compañía: “la cuido, le doy agua y comida, y aunque ella no me haga caso, me acompaña a guardar las cosas, va conmigo a cargar la tarjeta y me espera hasta que me tome el colectivo”<br /><br />Llegan unas empanadas que le envía un tal Luis; ella se sonroja y contenta acepta dos de jamón y queso y una de carne, mientras un vendedor de medias curiosea de reojo al ver tanto movimiento de grabadoras y olor a comida.<br /><br />Su padre le enseñó a contener y dar amor a las personas, tratarlas como tesoros. Por ser fiel a su enseñanza es que ella asegura que tiene una inmensa paz interior. Tiene tres hijos, dos nietas y un nieto (un “marranin” como lo llama ella), lagrimea cuando habla de ellos y no cuesta notar que ellos son su tesoro más grande.</div><div><br />Una señora de bastante edad, sola, encorvada y con cara de preocupación se sienta en la sillita de enfrente. Esta operada del corazón y le urge saber su estado (según ella, crítico, como el autodiagnóstico que se realizan casi todos los jubilados). Claudina la tranquiliza, calma su ansiedad y le asegura que no está viendo la luz blanca, solo tiene un poco de calor por la caminata. Entre chistes y bendiciones, cumplió con su deber, aceptando solo $2 de pago, como es debido y homologado por todos.<br /><br />“A veces viene unos jubilados que solo tiene $1, yo les digo que lo guarden, así lo usan para algo mejor; pero también vienen los que tiene los bolsillos llenos, con una moneda de $1 en la mano como pidiendo limosna, y les digo también vaya tranquilo con su pesito”. Si ella juntara todos los pesitos que dejó pasar por su buena fe, seguramente estaría en condiciones de comprarle una llave a San Pedro. </div>EPIlogohttp://www.blogger.com/profile/09844681676669051136noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-6099668349961160327.post-22358071773075778902008-04-12T12:00:00.001-03:002008-04-14T15:02:00.075-03:00El Mago de la Arena<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDbrITC5pSuJt2qStPifPO4eIOuTV16EYXYBOdZu0eDHT4dmQe5jUaLfmRz17GhyphenhyphenOndoexPBs863Cs6V5Bg-R5PXr4UPPpRhemFA1Tey-jiOzoCyV5V5IlBf6uRC3UnEicdE2iko7fZc4/s1600-h/arena.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5189159517991310754" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 331px; CURSOR: hand; HEIGHT: 222px" height="246" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDbrITC5pSuJt2qStPifPO4eIOuTV16EYXYBOdZu0eDHT4dmQe5jUaLfmRz17GhyphenhyphenOndoexPBs863Cs6V5Bg-R5PXr4UPPpRhemFA1Tey-jiOzoCyV5V5IlBf6uRC3UnEicdE2iko7fZc4/s400/arena.jpg" width="351" border="0" /></a>Las salidas del sol marcan sus días laboralmente hábiles. Su oficina no es la calle, pero su techo si es el cielo. La arena en sus pies simula una vieja alfombra marrón, rugosa y gastada por el paso del tiempo y la pisada de miles. Joven, de postura erguida, con torso al aire y pies descalzos, lleva escondido en sus puños cerrados el secreto de un misterio horroroso y a la vez increíble.<br /><br />Comienza el día posicionándose en la playa Bristol, cerca de las barandas que dan a la senda peatonal. Siempre en bermudas, se arrodilla, clava sus manos en la arena, la acaricia, le canta y allí comienza su acto ritual. Como si estuviera en contacto con otro mundo invoca a seres mágicos, que poco a poco, con ayuda de sus manos, aparecen nadando en la rugosa alfombra marrón. Dragones, serpientes, cocodrilos se yerguen extraordinarios entre las sombrillas y reposeras.<br /><br />Los chicos que corren detrás de la pelota se espantan al ver que su juguete quedó pinchado en la punta de un cuerno, e intentan buscar en sus pequeñas cabezas el arma de video juego que acabe con ese ser tenebroso. Las gaviotas quedan desconcertadas al ver un pez tan grande, se acercan en bandada y lo picotean, para ver si entre todas pueden darle fin a semejante almuerzo. Los que caminan distraídos saltan varios pasos hacia atrás cuando los ven de repente con las fauces abiertas, amenazando con quitarle algunos dedos a sus pies. Los que pasan por la vereda, a paso veloz (realizando su rutina de ejercicio al sol), no pueden evitar girar la cabeza abruptamente cuando, sobresaltados, descubren la presencia de una nueva especie marina que aún no fue descubierta por los biólogos marplatenses.<br /><br />No quiero develar su secreto, pero el viento me contó que él encontró la fórmula para solidificar la arena y convertirla en arcilla para modelar una atmósfera de cuento de hadas malas. Como salidos de las pesadillas de Ramona Montiel, sus monstruos espantan a las personas, las alteran y las llenan de temores e intrigas. El, como Berni, logró desestabilizar las certezas y remover los instintos más hondos del hombre de ciudad.<br /><br />Aunque no faltará en un futuro algún incrédulo que llame a Green Peace culpando al hombre de tener disecadas especies en extinción, cubriéndolas con arena para lucro propio. La temporada ya se acabó, pero su obra está eternamente inconclusa; la pincelada maestra la da un oficinista con traje que, al ver su obra pega un grito de horror.EPIlogohttp://www.blogger.com/profile/09844681676669051136noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-6099668349961160327.post-35200100901612816032008-03-22T12:00:00.003-03:002008-05-09T17:39:34.709-03:00Extra, extra: "Un loco lindo"<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFWnD3F5s2XK8Irx3zxytyboalF495gp3TH5MpQNjsnlI1JVaChjVX_tDEg1oli04ho3-oeTE82aHhaqmrK0HfXPWo99m2Ry6cUXxc5e4MUFwDCnxfU_DKMBVZG6oiu7RX4YT0mZd7v_U/s1600-h/miguelito[1].jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5198480390206349522" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFWnD3F5s2XK8Irx3zxytyboalF495gp3TH5MpQNjsnlI1JVaChjVX_tDEg1oli04ho3-oeTE82aHhaqmrK0HfXPWo99m2Ry6cUXxc5e4MUFwDCnxfU_DKMBVZG6oiu7RX4YT0mZd7v_U/s400/miguelito%5B1%5D.jpg" border="0" /></a><br />Fue conocido como Miguelito; nadie supo decirme dónde vive, pero todos sabían desde dónde venía y hasta dónde llegaba su viaje. Comienza a caminar todas las mañanas desde la redacción del diario La Capital, en la Avenida Champagnat (sitio en el que firma su deceso la Ruta Nacional Nº 2), recorre los barrios, recolecta información sobre allanamientos, piquetes, tumultos, la comenta con los vecinos que estén interesados y termina su recorrido a pie en la calle 12 de Octubre, en el puerto de Mar del Plata.<br /><br />No es muy alto, es canoso, siempre bien afeitado y vestido con ropa formal. Sus largas caminatas y el clima cambiante de la ciudad lo obligan a llevar puesta ropa de abrigo en cualquier época del año. Con modales muy educados habla todo el tiempo de sus sobrinas mellizas de quince años, que la semana pasada vendieron su pelo para hacer extensiones. Recorre las tiendas de ropa y las vendedoras, sus amigas, le regalan bolsas de cartón impresas con las marcas más prestigiosas que lleva en ambas manos sosteniéndolas con fuerza. El elemento recolectado se cambia por unas masas finas en una panadería donde ya es un “cliente” habitual, o por una sonrisa, cuando airoso agasaja a alguna señorita en su recorrido, regalándole la bolsa más colorida y mejor decorada.<br /><br />Lleva cruzado por la espalda el típico bolso de canillita, que llena con diarios al comenzar su recorrido; según alguna fuente, vende cerca de 150 ejemplares por día, aunque no se puede corroborar si el número es acertado o es parte de los datos mágicos que se le adjuntan al relato de su vida. Lo que si es real, su creativa manera de falsificar la realidad acartonada: “Extra, extra, murió Mirta Legrand”, “extra, Susana Giménez festejo los 25 años junto a sus mejores amigos de la farándula; toda la intimidad de la fiesta, extra”. Los jubilados que hacen la cola en el Banco Provincia, casi llegando a la avenida Edison, lo esperan cada día expectantes para verlo pasar cerca de las nueve por la vereda de enfrente, aunque después de oírlo refunfuñan, vaya uno a saber si por la obvia inverosimilitud de su relato o por las mañas de la edad.<br /><br />Tiene una voz y un estado físico envidiables, por estar rondando los (supuestos) cincuenta años. Es amigo de la calle, vecino de lo ajeno y cómplice de los chismes; “un loco lindo”, lo calificó un antiguo espectador de su constantemente renovado espectáculo. Es de esos que no mueren porque están pegados a lo cotidiano. Nadie sabe desde cuando, pero se cree que vino incorporado con el asfalto de las calles y va a seguir estando hasta que los autos vuelen y ya no queden noticias sorprendentes por vocear.EPIlogohttp://www.blogger.com/profile/09844681676669051136noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-6099668349961160327.post-73018011251222208242008-02-25T18:00:00.000-02:002008-02-24T20:46:10.759-02:00PresentaciónMiramos sin ver, pasamos sin estar y todos los días convivimos con un mundo que no conocemos. Sumergidos en la monotonía, actuamos como seres programados, recorriendo los mismos caminos, casi sin pensar en lo que hacemos. Las ideas consumistas atacan nuestras mentes y el valor de las cosas solo es medible en términos económicos. Los instantes y los segundos son tan insignificantes para nosotros que jamás detenemos nuestro trajinar para prestar atención a los pequeños milagros diarios.<br /><br />Al salir de tu casa, puertas afuera, hay un mundo conocido que debería ser redescubierto; personajes, historias de vida, lugares que por estar incorporados a nuestra cotidianeidad pasan inadvertidos a nuestra visión casi acrítica. Están escondidos y a la vista de todos, son fantasmas que nos acompañan todos los días sin que lo notemos. Los chocamos al cruzar la plaza y aceleramos el paso cuando vemos que caminan hacia nosotros; echamos insultos al viento cuando nos hacen perder preciosos minutos de nuestro invariable ritmo de vida sólo para ofrecernos un puñado de sensaciones inexploradas. No sabemos que hacen ahí ni nos preocupamos por entenderlo, notamos su presencia cuando de algún modo, para bien o mal , provocan un quiebre en nuestro estado de ánimo.<br /><br />Entender a los marginados, encontrar a los escondidos, aplaudir a los heroicos, admirar a los creativos, recordar a los perdidos y dejar de mirar de reojo a aquellos que son diferentes a nosotros serán objetivos a cumplir con estos escritos. Porque unos cuantos no son la mayoría, pero si miráramos un poco más, podríamos rescatar una minoría oculta. Y los que parecen locos dejarán de serlo cuando conozcamos sus sentimientos; y los raros serán los más cuerdos cuando usemos su vestimenta y sus zapatos. Quizás caminando junto a los que no se mueven logremos entender lo que no entendemos y la próximo vez que pasemos frente a ellos, en vez de tirarles una moneda barajemos un “buenos días”.EPIlogohttp://www.blogger.com/profile/09844681676669051136noreply@blogger.com0